Diseñar una prueba de comida sostenible

Jordi Pascual Ensayo General

¿Qué haría falta para que una comida fuese totalmente sostenible? ¿Cuántos actores? ¿De dónde se conseguirían los alimentos? ¿Qué coordinación? ¿Qué transporte? ¿Y si la comida aspira a llegar a 900 personas? En un mundo en el que el consumo está sometido a lógicas que escapan de los usuarios, conseguir romper la dinámica general para hacer una comida totalmente sostenible suena imposible, pero no lo es. 213 voluntarios bastan para servir 840 quilocalorías procedentes en gran parte de comida recuperada (por un valor de 4.500 euros) que de otro modo iría a la basura.

Evaluación de resultados del Ensayo General mediante indicadores sociales.

Es el análisis que se deriva del Ensayo General que Leve Projects comisarió en el marco del Festival de las Artes y del Diseño The Barcelona Festival of All Design (Fadfest) del 2015. Se trataba de servir comida a los asistentes del Fadfest garantizando la máxima sostenibilidad, lo que indirectamente suponía tener que preparar toda una red de contactos que permitiera que todo, desde los alimentos hasta los platos, fuese sostenible. Se creó así una campaña de concienciación al tiempo que se ponía a prueba el territorio para garantizarlo.

Fotogramas de las piezas audiovisuales de llamada y convocatoria a la participación.

Desde la vertiente de la campaña, se hicieron unos vídeos de llamamiento en los que se repasan algunos datos de desperdicio alimentario en Cataluña y en el mundo, así como pequeñas entrevistas a representantes de las entidades que se involucraron para hacer posible la comida. La comunicación del acto, la convocatoria e incluso el acto en sí son una muestra de activismo y de conciencia que evidencia la dificultad de romper con la lógica imperante de consumo alimentario.

 

Mapa abierto de iniciativas y agentes clave de la sostenibilidad alimentaria en torno a la Plaza de las Glorias.

 

Desde la vertiente de la prueba, el ensayo general, se siguieron siete fases básicas. En primer lugar, la delimitación del espacio donde se haría la comida y del territorio que participaría en ella, en este caso el entorno de las Glòries y los barrios del Clot, Poblenou, Fort Pienc y Eixample. En base a esto se preparó la segunda fase, la identificación de actores que podían ayudar a conseguir la sostenibilidad alimentaria, es decir, mercados, huertos urbanos, equipamientos, activistas, instituciones, empresas…

 

Estrategias de diseño innovadoras y consecuentes con los objetivos de sostenibilidad alimentaria.

 

Con los actores detectados, se abría la tercera fase, la de hacer red y compartir. Cada personaje tomaba su responsabilidad, desde plantar y cuidar las lechugas hasta diseñar un remolque para llevar agua en bicicleta desde las fuentes públicas. Es una fase que sería imposible de implementar sin la colaboración de decenas de personas, que también son claves en la fase de planificación, en la que se debía tener en cuenta la funcionalidad del espacio y de los materiales utilizados garantizando la sostenibilidad. Para hacer sombra, por ejemplo, el Fad utilizó la tela de un antiguo globo aerostático.

Zona de sombra mediante tela reutilizada de globo aerostático de Iglú de Viento.

Finalmente, la convocatoria –conseguir que los 900 comensales se reunieran–, la celebración y la discusión final son clave y, posiblemente, las tres fases más visibles. Como ensayo general, todo el evento estuvo monitorizado para hacer un análisis de datos entre los cuales destacan las 3,06 toneladas de alimentos recuperados, el 96% de residuos reciclados, el ahorro de un 55% de las emisiones respecto a una comida estándar, aunque teniendo un 21% más de alimentos y una reducción de un 87% de la huella ecológica.

 

Discusión final en forma de Sobremesa Redonda en el Diseño Hub.

 

Para conseguir unos resultados tan claros, las fases centrales estaban compuestas de subfases que tenían cuidado de elementos que en el momento de la comida no se ven, pero son básicos para garantizar la sostenibilidad, como el transporte, el reciclaje, el aprovisionamiento de agua, el cultivo y la forma de cocinar, entre otros. Con la planificación, un acto tan cotidiano como comer se acaba convirtiendo en una herramienta de diseño y una simulación urbana.