El origen de la ocupación del edificio municipal de la Casa dels Mestres, bautizada como “6 Llaves”, es la dificultad de acceder al actual mercado inmobiliario. “6 Llaves” es un proyecto piloto de masovería urbana, otra manera de pensar la vivienda social y una forma de acceso a la vivienda que elimina el intercambio económico entre el propietario y el inquilino. Es un colectivo que lucha para conseguir que la masovería urbana sea una forma de acceso a la vivienda regulada y real en Sant Cugat.
La ocupación reivindicativa del edificio, que pretendía generar debate, generó tensión entre el Ayuntamiento de Sant Cugat y el colectivo okupa. Se hizo de puente para iniciar una conversación entre el ayuntamiento y el colectivo que nacía de posturas violentamente opuestas, generando una dinámica de conversaciones y puntos de encuentro. Finalmente, el Ayuntamiento accedió a hacer vivienda con la condición de desdoblar las viviendas de seis a doce, lo que no solo representó un cambio de concepto y planteó el reto arquitectónico de convertir seis casas en doce, sino que puso en crisis el proyecto comunitario e hizo que los lazos y los vínculos sociales y afectivos se fueran rompiendo.
El cambio suponía perder la vocación de cooperativa y de autoconstrucción, la facilidad de la ocupación y situarse en un escenario de obra grande, y planteaba la contradicción de partir en dos una vivienda de 60 m2 dejando de cumplir las condiciones de vivienda mínima. El paso a un modelo de vivienda celda, sumado al interés contextual de encontrarse en un entorno natural, motivó la estrategia de dar el mayor valor añadido posible al espacio compartido.
La lectura de la naturalidad del edificio existente revelaba la importancia de las dobles puertas. Se hizo una pequeña ampliación liberando un espacio pasante y se crearon tres espacios compartidos que comunicaban con los bancales de atrás. Estas tres puertas permitían entender el edificio como puerta de los huertos y a la vez acceso de todo un ámbito público.
Se trataba de superar las limitaciones de la vivienda mínima, que acaban determinando que todo el mundo viva de la misma forma. Se quería demostrar que una superestructura podía alojar maneras de vivir diferentes, formas diferentes de apropiarse de la casa, y permitir a cada habitante desplegar su propia manera de vivir.
El proyecto opera siguiendo un criterio de economía: la estructura no se toca, se proponen intervenciones puntuales sencillas y económicas de ejecutar. Se propone un proceso de autoconstrucción, idea semilla de la okupación, en el que el Ayuntamiento construirá la infraestructura –forjados y comunicaciones– y los futuros habitantes recuperaran la posibilidad del bricolaje. Se plantea un sistema constructivo que cubre el arco temporal que va de 2014 a 2020.
Se hizo un encuentro en el que entraron agentes –Sostre Cívic, Promusa– proponiendo cooperativa en régimen de cesión de uso, pero que, como en el caso de La Floresta Grand Tour, fue abortada por un nuevo proyecto del Ayuntamiento que tapaba las puertas impidiendo las dinámicas de apropiación y autoconstrucción.
Para Leve, el proyecto representó un aterrizaje y un primer contacto con el mundo de la masovería urbana y de la construcción asistida. Conllevó teorizar sobre qué es ser masovero en un medio urbano y, concretamente, en un terreno de dominio público, teniendo en cuenta que la masovería implica un tiempo finito, porque se limita a rehabilitar un edificio. Supuso el reto de formular un concepto de masovería a largo plazo: ¿qué puede hacer la comunidad por los barrios más allá de reservar 40 m2 para el barrio?
Esta investigación profundizada se convirtió en un curso de masovería urbana en Elisava entorno a una vivienda vinculada al trabajo social, donde no se trataba tanto de diseñar una vivienda sino un espacio social con vivienda.